La caja de música del faro y la ballena

Caja de música a medida ballena y faro

Esta caja de música me la encargó Alicia hace poco. Ya sabía que iba a ser una de mis preferidas, con el mar, el faro y dos ballenas no podía ser de otra forma.

¿Qué tendrán los faros que a todos nos gustan? He hecho el faro de Chipiona en varias ocasiones, también el faro canario al lado de donde se fue a vivir un médico, y cómo no, he hecho el faro de Cabo de Palos, ese es el mío.

Aquí os dejo una pequeña historia de Mario Benedetti donde se personifica un faro y se explica su angustia en una noche en la que se quedó sin luz.

El faro (Mario Benedetti)

A aquel faro le gustaba su tarea, no sólo porque le permitía ayudar, merced a su sencillo e imprescindible foco, a veleros, yates y remolcadores hasta que se perdían en algún recodo del horizonte, sino también porque le dejaba entrever, con astuta intermitencia, a ciertas parejitas que hacían y deshacían el amor en el discreto refugio de algún auto estacionado más allá de las rocas.
Aquel faro era incurablemente optimista y no estaba dispuesto a cambiar por ningún otro su alegre oficio de iluminador. Se imaginaba que la noche no podía ser noche sin su luz, creía que ésta era la única estrella a flor de tierra pero sobre todo a flor de agua, y hasta se hacía la ilusión de que su clásica intermitencia era el equivalente de una risa saludable y candorosa.
Así hasta que en una ocasión aciaga se quedó sin luz. Vaya a saber por qué sinrazón mecánica el mecanismo autónomo falló y la noche puso toda su oscuridad a disposición del encrespado mar. Para peor de los males se desató una tormenta con relámpagos, truenos y toda la compañía. El faro no pudo conciliar el sueño. La espesa oscuridad siempre le provocaba insomnio, además de náuseas.
Sólo cuando al alba el otro faro, también llamado sol, fue encendiendo de a poco la ribera y el oleaje, el faro del cuento tuvo noción de la tragedia. Ahí nomás, a pocas millas de su torre grisácea, se veía un velero semihundido. Por supuesto pensó en la gente, en los posibles náufragos, pero sobre todo pensó en el velero, ya que siempre se había sentido más ligado a los barcos que a los barqueros. Sintió que su reacio corazón se estremecía y ya no pudo más. Cerró su ojo de modesto cíclope y lloró dos o tres lágrimas de piedra.

 

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Y aquí cómo suena. La música está hecha en una manivela personalizada de 15 notas. Clocks de Coldplay.

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